- Los mundos virtuales son el gran negocio del siglo XXIII, los autoimplantes sustituyen tus sentidos por otros artificiales en búsqueda de sensaciones, no ya diferentes, sino olvidadas.
- Esta es la premisa de «11,4 Sueños Luz», escrita por Nicholas Avedon. Una novela de ciencia ficción donde la publicidad, el teatro, la fotografía o el cine han desaparecido para dar lugar a los sueños vívidos.
- Escribe la reseña nuestra compañera Susana Rossignoli.
Los mundos virtuales son el gran negocio del siglo XXIII, los autoimplantes sustituyen tus sentidos por otros artificiales en búsqueda de sensaciones, no ya diferentes, sino olvidadas. Ariel de Santos era un creador de sueños vívidos, capturaba las emociones, las modelaba y las transformaba en un producto envasable que los ricos ansiaban consumir. En un mundo donde las diferencias entre los continentes se habían agigantado, donde París, nuestro escenario principal, albergaba a 50 desgraciados millones de habitantes y África, podrida bajo el mando de señores de la guerra, sucumbía sin posibilidad de redención, las emociones puras se alzaban como producto de gran valor para aquellos necesitados de sentimientos reales.
11,4 sueños luz», de Nicholas Avedon
Esta es la premisa de «11,4 sueños luz», la nueva novela de ciencia ficción de Nicholas Avedon, quien recoge las ideas expresadas en famosas películas como «Proyecto Brainstorm» (1983), «Días extraños» (1995) o «Johnny Mnemonic» (1995), esta última adaptación de un cuento del grandísimo escritor, padre del cyberpunk, William Gibson, recogiendo la peligrosa idea de una máquina que graba directamente las emociones de personas para que otros las experimenten, y convirtiéndola en esta novela en un producto legal y muy cotizado en un hipotético mundo en el que, el que no es muy rico, seguramente es excesivamente pobre, pero todos desean huir de esa realidad.
Te sumerges en un mundo donde la publicidad, el teatro, la fotografía o el cine han desaparecido para dar lugar a los sueños vívidos.
La legalización del trank
Y de hecho, no es la única forma de evadirse que encuentran los humanos del siglo XXIII; la legalización del trank, una droga sin dependencia física ni efectos secundarios que te hacía sentir bien o te hacía sentir nada es la solución para todos aquellos que deseaban huir y no encontraban el medio. Es un mundo asombrosamente parecido al de «Un mundo feliz», con adaptados al sistema y mugrosos, o fuera del sistema, todos ávidos de trank o, siguiendo con la similitud, de soma.
Nuestro protagonista, Ariel de Santos, acaba descubriendo que vivir al límite le pasará factura un día de estos y, empujado por su afán competitivo o, ¿quién sabe? porque no quiere perder a su novia, decide apuntarse al programa espacial anual de Veluss para colonizar otros sistemas solares, sin que ella lo sepa. Duras pruebas, meses de experimentos y tests, evaluaciones continuas para descubrir a los mejores seres humanos en todos los sentidos a quienes enviar y, mientras, intentar subsistir involucrándose en un negocio de dudosa moralidad. Aunque, ¿quién conserva su alma en aquel mundo?
Nuestro protagonista, Ariel de Santos, acaba descubriendo que vivir al límite le pasará factura.
Un universo rico en escenarios
Parte de la magia de «11,4 sueños vívidos» es la creación de un universo rico en decorados. El libro cambia de tercio y de escenarios con la suficiente frecuencia y pasmosa habilidad como para hacer que no te aburras del relato en ningún momento. Te invade la impaciencia nada más empezar a leerlo, pero no sabes si por lo bien escrito que está, o por la intriga que impregna cada frase escrita.
Te sumerges en un mundo donde la publicidad, el teatro, la fotografía o el cine han desaparecido para dar lugar a los sueños vívidos. Todo es una mezcla onírica entre lo que ves y lo que deseas ver; bien sabe Ariel que la realidad virtual es una trampa, un fraude, mientras la gente no entienda lo que significa la realidad, pero en un mundo así ¿quién quiere la realidad? Es una situación al más puro estilo de aquel antiguo libro para adolescentes llamado «La máquina maravillosa», dado que estamos ante una sociedad que sólo satisface sus recuerdos, transformando a los humanos en seres limitados que siempre gozan con lo mismo.
Parte de la magia de «11,4 sueños vívidos» es la creación de un universo rico en decorados.
También es muy interesante la creación de los mundos virtuales que ayudan a la evasión del hombre de esa horrible sociedad. No es una idea nueva, la vimos ilustrada de manera soberbia en «Ready Player One» a través de la creación de profundas amistades en mundos virtuales y de cómo las mismas influían en el devenir de la novela, pero Nicholas Avedon le da una vuelta de tuerca no mostrándolo sólo como una vía de escape, o el mundo donde los personajes hablan con total libertad, sino que el mundo medieval del Jardín de Brin, representa, en ese mundo donde el físico es lo único que importa, una puerta a poder sacar el yo mismo que uno lleva dentro.
El universo creado por Nicholas Avedon, totalmente factible, horroriza y fascina a niveles similares.
Un universo que horroriza y fascina
Aunque el propio Ariel no llegue a entenderlo, sus violentos y humildes orígenes le han proporcionado una visión del mundo diferente. Encontramos en esta novela un protagonista con una personalidad que, sin ser magnética, es atractiva y empática. Su trabajo, sin ser envidiado, es interesante, y sus vicisitudes, sin alinearle en la trinchera de los antihéroes, crea un cosmos alrededor de extraordinaria riqueza literaria.
El universo pues, creado por Nicholas Avedon, totalmente factible, horroriza y fascina a niveles similares. Ello hace que sientas las emociones de Ariel, cual sueño vívido en el que te sumerges, de manera muy visceral. Más aún cuando muchos de nosotros soñamos con mundos mejores, aquellos que, quizás no están en otros planetas o sistemas solares, pero sí en aquellos lugares en los que la gente sabe resolver sus problemas y diferencias de forma civilizada. Era inevitable que, en pleno siglo XXIII, una empresa ofreciera la oportunidad de escapar y colonizar nuevos mundos.
Quizás es reprobable esa espantosa fuga de cerebros de todos los gremios en vez del intento de creación de un mundo en la Tierra mejor para todos, pero el dicho que dice «la manzana podrida estropea todo el cesto» alude sin duda al mal que impregna la Tierra y a la única solución que, por supuesto en la ficción, el autor ha escogido para ella.
El autor crea así una salvaje crítica en torno a todo aquello que nos convierte en máquinas, nos cosifica y, por encima de todo, alimenta la individualidad.
Es también la forma de sentir que todos, por malos que hayamos sido, podemos empezar de nuevo, que tenemos cosas por las que luchar y que a veces, en la sencillez, se encuentra más belleza y placer. Esto se olvida fácilmente, atrapados como estamos con realidades virtuales, entretenimientos individuales y placeres egoístas, representados en la novela en la vida en las Torres, siendo así que la prueba de supervivencia que los personajes tienen que superar, les devuelve toda la humanidad y la capacidad de trabajo en equipo que habían perdido.
El autor crea así una salvaje crítica en torno a todo aquello que nos convierte en máquinas, nos cosifica y, por encima de todo, alimenta la individualidad, haciendo que olvidemos los problemas del mundo. Así, «11,4 sueños luz» es la historia de las segundas oportunidades que nunca se supieron con anterioridad que se tendrían; una lucha por mejorar, por resurgir, por volver a empezar, y por buscar algo mejor.
Autora de la reseña: Susana Rossignoli
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Biografía del autor: Nicholas Avedon
Nací en Madrid en 1975. De pequeño quería ser astronauta, y me encantaban los libros que explicaban los planetas, el cosmos y las naves espaciales. Desde entonces no he cambiado demasiado. Hace veinte años desistí de ser astronauta, o astrónomo. La nota de selectividad solo me daba para astrólogo. Desde entonces renuncié a los planetas y me dediqué a mi otra gran afición: las redes informáticas. Soy Ingeniero de software por la Universidad Complutense de Madrid y desde el siglo pasado me dedico profesionalmente a la seguridad en redes y sistemas.
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Nicholas Avedon
En el terreno literario, me gustan las historias complejas, los personajes atormentados y llenos de realidad, cuanto más tormentosa mejor. Adoro las historias sucias y los finales felices. Mis universos son oscuros y llenos de mentiras, drogas y emociones intensas. No obstante me gusta pensar que en todas mis historias hay siempre esperanza y belleza escondida.
Como escritor mi carrera pública es breve. Aunque he publicado profesionalmente decenas de artículos, columnas de opinión y toneladas de contenido técnico, en el terreno literario solo he publicado un breve ensayo sobre agricultura transgénica. Para otros he escrito de todo: desde manuales de juegos de rol, artículos técnicos, ensayo, teatro, guión (hice un corto), y opinión. Sin embargo, lo mío es la novela.
A finales de 2016, tras cuatro años de trabajo, he publicado mi primera novela: “11,4 sueños luz,” pura ciencia ficción ciberpunk. Mis próximos proyectos son un recopilatorio de relatos y un libro de ensayo, muy especial: “Paternidad para ingenieros”, un manual para padres novatos, y por supuesto, más novelas de ciencia ficción.
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