Vivimos en la ciudad, amamos entre sus líneas de metro y autobús, sentimos los raíles de acero cercando nuestro tiempo, sentenciados por la prisa, por los desagües del tiempo, por la soledad vista a través del cristal empañado por las calefacciones y el desamor. La ciudad nos muestra sus cicatrices, sus heridas abiertas, sangrantes.
Quien vive en la gran ciudad sabe todo esto, sabe que el ser humano es duro, sobrevive y sabe luchar. María José Cortés es una superviviente, odalisca salvaje de las palabras, un ave de plumaje ardiente y mirada piadosa que nos acerca al mundo del dolor y el asfalto. Su último poemario CICATRICES DE ASFALTO (Editorial Cuadernos del Laberinto) nos sitúa en el centro de Madrid, plasmando una poesía urbana (El miedo se introduce entre las sillas/ se introduce, el miedo, en el desagüe/ se inyecta en la ropa./ El miedo se extiende por la casa/ Extiende, el miedo, raíces por la noche/ se inyecta en la pupila.) cercana en temática a «La casa encendida» de Luis Rosales (y has mirado tus libros como miran los árboles sus hojas, y te has sentido solo, definitivamente solo porque todo es igual y tú lo sabes.) o al Vicente Aleixandre de «Consumación» (Todavía el hombre a veces intenta explicar un sueño, dibujando la presencia del amor, el límite del corazón y su centro justísimo).
Los habitantes de CICATRICES DE ASFALTO son personajes con un pasado duro, inundados de dolores superados o bien amigos de la soledad como castillo de observación , casi como un voyeur tras una cortina, como un sueño entre la lluvia y la claridad:
SE necesita aprender soledad
para poder amar sin inflexiones
para cruzar el daltonismo del semáforo
para mirar los labios de un mimo.
La soledad puede aprenderse en muchos sitios
comienza en una cafetería.
La poeta no deja nada a la improvisación y el lector agradece entrar en este mundo ordenado y compartimentado de sensaciones, de barrios con caminantes del pasado que van y vienen, que a nadie importan pero que nos representan a todos en esta cotidianidad absurda que comprende la vida, pero siempre con el poso, con el convencimiento de que la sabiduría, los libros, los detalles amables y los propios sueños nos respaldan y nos transforman en seres para amar.
AHORA entiendo
las manos que sostienen las esquinas
el puente entre los dedos
los zapatos tras la marquesina.
Entiendo ahora.
Autora de la reseña: A. Miracle
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Editorial Cuadernos del Laberinto • Coleccción ANAQUEL DE POESÍA, nº 31
Prólogo: JESÚS URCELOY • I.S.B.N: 978-84-941902-9-2 • 72 páginas • 10€
La autora: María José Cortés
(Madrid, 1971)
Doctora en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en la obra narrativa de Carmen Martín Gaite (sobre la que trató su tesis doctoral: La búsqueda de interlocutor en la narrativa de Carmen Martín Gaite). En la actualidad se dedica a la docencia Su acercamiento a la literatura se realiza en la infancia a través de la lectura. Los libros se convierten desde muy pronto en buenos amigos, amigos que le permiten ensanchar el mundo que la rodea. Pero no será hasta la adolescencia cuando comience su andadura como autora de poemas. Aunque no se sintió realmente poeta hasta que ser finalista del Premio Adonais de Poesía en 1998. Circunstancia que vuelve a repetirse en los años 2000 y 2001. Ha publicado Palabras derramadas (Vitruvio, 2008), y ha sido incluida en las antologías Voces nuevas (Torremozas, 2003), Enésima hoja (Cuadernos del Laberinto, 2012) y Atlas Poético: Viajeras del siglo XXI (Cuadernos del Laberinto, 2013). Participa en diversas publicaciones, como Nayagüa y La Bolsa de Pipas.
Se echaba de menos la poesía de María José Cortés, pocos poetas actuales logran su profundidad y sentido del dolor.