«Muros», de José María García Linares: alambradas que ocultan la miseria | #MundoLiterario (Poesía)

 Hoy recibimos el poemario «Muros», de José María García Linares. Reeditada recientemente por Playa de

 Hoy recibimos el poemario «Muros», de José María García Linares. Reeditada recientemente por Playa de Ákaba, esta obra se centra en el drama de la emigración de personas africanas a Europa y en las soledades que se encuentran al otro lado de la alambrada. Reseña esta obra nuestra compañera Rosa Yaguas:

Si en su anterior poemario, “Novela negra” (Leer reseña aquí), José María García Linares retrataba la problemática creativa y existencial de los escritores y su múltiple relación con el lector (tomando como punto de partida los recursos de la novela policíaca clásica), en “Muros” el autor se ciñe a una materia mucho más concreta y familiar para todos: el drama de la migración forzada.  Esta radical diferencia temática no puede sino demostrar, una vez más, la capacidad camaleónica de abordar la poesía por parte de este autor. En este poemario, reeditado recientemente por Playa de Ákaba, encontraremos una fantástica recreación de las imposibilidades a las que se enfrentan las personas africanas que tratan de huir de la miseria y la guerra de sus países, pero también de la desolación y el olvido que asolan el primer mundo.cover-muros

La voz poética, que en “Novela negra” era mordaz y tomaba el acto de escritura como eje central de análisis («Sobre la mesa / una hoja en blanco / a la espera de que lluevan / las palabras»), en “Muros” se transforma en negra rabia y denuncia. Para ello, José María García Linares es capaz de ajustar específicamente el ritmo y la potencia gramatical de sus versos, y lograr así que su poesía se amolde con gran humanidad al tema que retrata.  Logra crear de este modo un poemario profundo y extenso en el que seremos testigos del mosaico de necesidades, ilusiones y decepciones que los migrantes sufren en su camino hacia una vida mejor, y que logró el accésit en la trigésimo primera edición del prestigioso Premio Internacional de Poesía “Ciudad de Melilla”. 

Como reza una de las primeras citas con que se abre el poemario, «Pensadlo: ser poeta no es decirse a sí mismo. / Es asumir[pullquote-right] «Seremos testigos de un mosaico de las ilusiones y decepciones que los migrantes sufren en su camino hacia una vida mejor» [/pullquote-right] la pena de todo lo existente». Estos versos de Gabriel Celaya nos recuerdan el compromiso que tiene el poeta de analizar mediante su creación artística todo el inmenso mosaico de las emociones humanas, es decir, no ceñirse sólo a la expresión de sus propias emociones, sino también ser valiente y denunciar las enormes desgracias que el ser humano aún sufre.

En un siglo como en el que vivimos, en que se presume de la máxima evolución tecnológica y social, los países del norte cierran los ojos ante la realidad de que su superioridad está construida sobre la base de la miseria. De espaldas al mundo, su manera de negar la suciedad y el hambre que genera su desarrollo es construir muros impenetrables y convertir en objetos ilegales a las personas. Muros que no solo se encargan de separar a las personas, de recluirlas a sus tristes realidades de sufrimiento; son muros que cercenan manos, que producen heridas terribles. Muros desde los que la desesperación arroja a seres humanos, muros que les rebanan la espina dorsal, que les devuelven al infierno. Muros construidos con alambre, con concertinas afiladas, con agua salada y homicida.  “Muros” no es una obra ingenua, no es un panfleto; es un retrato, un incendio. Es la verdad que llama a la puerta de Europa, para denunciar poéticamente la condena a muerte que sufren las personas africanas que emigran buscando un lugar en que vivir.

La tragedia que habita en “Muros” tiene múltiples caras. La primera de ellas es el hambre. El hambre terrible que mata a los niños. El hambre que agrieta las tierras, que hace retorcerse el inmenso cadáver africano («Este es mi cuerpo, / pan de moscas malnutridas, / amasijo famélico de olvidos. / Tómalo, / cógelo, / pártelo. / Échate a la boca este pedazo / de miseria»). Ante el hambre Europa se encoge de hombros, y asume que África es sólo un trozo podrido de carne del que el inmenso cuerpo de nuestra especie simplemente puede prescindir («Yo soy el hijo del hombre: el que tiene sed; el que tiene hambre»). Como si los miles de africanos que fallecen a diario no tuvieran derecho a vivir con dignidad como el resto de seres humanos.

Resto de la vestimenta de migrantes que intentaron saltar la valla en noviembre de 2005. / BERNARDO PÉREZ

Resto de la vestimenta de migrantes que intentaron saltar la valla en noviembre de 2005. / BERNARDO PÉREZ

El segundo rostro que se esconde en “Muros” es la democracia o, mejor dicho, el inmenso espejismo democrático del que saca provecho el mundo desarrollado. Una democracia que consiste simplemente en votar cada cuatro años («Para que haga / con tu vida / lo que quiera»), y que esconde una terrible dictadura económica intercontinental en la que una minoría sanguinaria exprime el sudor y los recursos de la inmensa mayoría de personas. Nuestras vidas están presas en una enorme espiral capitalista en la que las urnas nos regalan un derecho a decidir sobre nada («Vota. / Ejerce tu derecho. / (…) Vota qué. / Ejerce qué. / Derecho a qué»).

El tercer personaje de “Muros” es la pena. La inmensa pena de la desesperanza, del éxodo interminable, del pasado borrado por la guerra y el dolor («Llevo la pena / colgada al hombro. / La vida / ni es regalo / ni milagro divino. / Es un[pullquote-right] «Son muros que no solo se encargan de separar a las personas; son muros que cercenan manos, que producen heridas terribles». [/pullquote-right] camino árido, / seco, lleno de vacío»). La pena de la mujer excluida, relegada a ser poco más que un animal, a contemplar cómo se mueren sus hijos de hambre y sed. La pena de la «patera enferma de destino», de la muerte que tiene forma de mar. La pena de tener mala suerte al nacer («la culpa es tuya por nacer / en un lugar que no debías»), de saberse ignorados por el resto del planeta.

El poemario está estructurado en tres partes. En la primera, titulada “Hambre”, se retrata las diversas facetas del sufrimiento africano. El hambre, la pena, la ilegalidad, el genocidio económico… Todo ello producto de un hombre creado a imagen y semejanza de un Dios torpe y chapucero:

GÉNESIS

Que construyas el mundo en siete días

no es tan raro, ni siquiera milagroso.

Solo basta ver el hambre,

la violencia y sus razones

para darse cuenta.

El infierno es un alambre al rojo vivo

en la garganta de los desheredados.

 

Imagen y semejanza.

 

Soberbia de todo lo visible

y lo invisible:

soplar solo sopla el viento

y el barro se deshace con el tiempo.

En la segunda parte, “La alambrada”, el poemario se centra con gran agudeza literaria  en el retrato del muro, que por enorme y agresivo que sea, jamás podrá frenar la desesperación de las personas que persiguen su sueño (aunque éste se trate de poco más que la supervivencia). Tomando como punto de partida un artículo del diario español El País sobre un asalto[pullquote-left] «A este lado del muro hay también otros muros, fabricados de soledad, de rutina, de precariedad». [/pullquote-left] masivo a la valla de Melilla («Enganchados en las cuchillas de la concertina que corona la valla, se podían ver ayer prendas desgarradas y ensangrentadas, mochilas, zapatillas y pelotas de goma»).  Un inmenso muro construido con alambre, que como destaca el autor no oculta lo que prohíbe. Un muro que niega la historia y el derecho a tener una vida en paz. Encontraremos citas de autores árabes como Mahmud Darwix, Mehdí Akhrif o Mohammed Achaâri, y la voz poética se volverá grito y rabia («Desde la vergüenza hasta el delito, / la línea romperá cordura y ojos, / imparable, / partiendo la memoria en dos / y en mil corazones») a la par que en otros momentos se vuelve pura lírica llena de memoria («Tú y yo, en carne viva, / llegaremos a tocarnos con la sangre / derramada en los alrededores. / Ni siquiera una alambrada frenará / la naturaleza sabia de querernos»).

En la tercera parte, “La soledad y el olvido”, el poemario se abre a otras temáticas, cercanas al sufrimiento humano, pero convertida en mosaico no solo africano sino total. Encontraremos una vertiente más existencialista y que, de algún modo, retrata lo que ocurre al otro lado del muro de alambre. A este lado del muro hay también otros muros, fabricados de soledad, de rutina, de precariedad, de tiempo transcurrido.

HEMOS CAMBIADO

 

Hemos cambiado de lugar,

de profesión, de pensamiento.

Hemos cambiado por dolor,

por sufrimiento y desamparo.

Las manos han perdido su rigor,

los versos ya no dicen nada serio

y el mundo es un vagón

inhóspito y extraño

de mares secos y ciudades

escondidas tras los muros.

 

Hemos cambiado de nombre,

de papeles y permisos.

No somos quieres huimos

y tus ojos y los míos

aguantan como pueden

el embate del olvido

con lágrimas podridas de memoria,

hermanos, madre y padre.

Hemos cambiado y las palabras

escuecen como espinas en la lengua.

Miento si te digo que soy yo,

que eres tú con quien me acuesto.

 

Todo ha cambiado alrededor

y el frío, sin embargo, permanece.

Es imposible abarcar en una reseña todos los matices sobre el sufrimiento humano y las separaciones que encierra “Muros”. En esta reseña no podríamos más que señalaros algunos de los pilares básicos sobre los que está construido, pero el inmenso trabajo y la enorme expresividad de este libro deben ser disfrutados con tiempo para saborearlos. Es un poemario extenso y lleno de detalles, de miradas múltiples. La madurez como poeta de José María García Linares queda patente, y además logra denunciar realidades sin perder la riqueza de recursos y el uso afilado del verso. Una vez más, nos vuelve a sorprender con un poemario que invita a la reflexión y que demuestra que la convivencia de estética y contenido es posible. José María García Linares, un poeta con mil caras y que sabe crear su poesía con mil voces; «Muros», un lujo para el alma y un arma contra la pena.

Autora de la Reseña: Rosa Yaguas

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BIOGRAFÍA DEL AUTOR: JOSÉ MARÍA GARCÍA LINARES

Jose-Maria-Garcia-Linares

Nació en Melilla en 1977. Es licenciado en Filología Hispánica y doctor por la universidad de Granada. Imparte clases en un centro de secundaria de la Comunidad Autónoma Canaria y compagina su labor docente con la colaboración en medios de comunicación, como los diarios El Cotidiano, Melilla Hoy y Canarias Ahora. Es miembro del consejo de redacción de la revista Entre Ríos, Revista de Arte y Letras, que se edita en Granada.

Ha publicado en revistas literarias como Letra Clara, Extramuros, Álabe, Tonos, Elvira, CLIJ y Entre Ríos, y parte de su obra está recogida en la antología de poesía melillense Roquedal Azul (Consejería de Cultura, Melilla, 2011) y en +Poetas + Autores (Kit-book, Barcelona, 2010). Desde 2012 forma parte del grupo poético melillense Etcétera.

Es autor de los poemarios Oposiciones a desencuentro (Dauro, 2007), Neverland (Zumaya, 2010), Muros (UNED-Ciudad Autónoma de Melilla, 2010), accésit del XXXI Premio Internacional de Poesía “Ciudad de Melilla” y Novela Negra (Devenir, 2013).

Ha coordinado la antología poética El Salón Barney (Playa de Ákaba, 2014) y acaba de reeditar el poemario Muros (Playa de Ákaba, 2014)

ENLACES DE INTERÉS:

Web: www.josemariagarcialinares.blogspot.com

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