
Centro Histórico de Salvador de Bahía (Brasil). Fuente: Wikipedia
Salvador no es la urbe más popular de Brasil pero su historia, arquitectura y cultura hacen que bien merezca unas líneas. La ciudad, con casi 3 millones de habitantes, es la más poblada del noreste del país. Fue fundada en el siglo XVI y se convirtió en la primera capital y sede de la administración colonial de Brasil hasta 1763.
Hoy en día pensar en Salvador es pensar no sólo en playas, capoeira, caipirinha y Carnaval sino también en sus artistas, el barrio del Pelourinho, sus típicas bahianas vestidas de blanco, el legado africano o en las piezas literarias de Jorge Amado.
El punto de partida para los que se acercan a visitar la ciudad es el barrio colonial, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985. En el Pelourinho (o Peló) hay casi tantas iglesias como casas. En total más de 350, lo que nos lleva a entender que los soteropolitanos, como así se llaman los habitantes de Salvador, no sólo son católicos sino que en su gran mayoría son también practicantes.
Pero si hay algo que transforma a Salvador en pintoresca es su particular arquitectura. La ciudad es una mezcla de los edificios pastel de origen colonial y las humildes casitas de adobe, paja y chapones (más conocidas como favelas). De hecho, se considera que aquí se encuentra la mayor muestra de estilo barroco de América Latina de los siglos XVI y XVII
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Salvador de Bahía fue trazada y construida sobre un acantilado, protegiéndola entonces con fuertes y muros del ataque de piratas e invasores. El acantilado divide la ciudad en Ciudad Alta y Ciudad Baja. En la parte alta se encuentran los edificios gubernamentales y casonas, mientras que la baja se caracteriza por ser la zona comercial y portuaria. Como vía de conexión entre ambas hay un ascensor que data de 1873.
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Los contrastes aquí se perciben a cada paso. Las lujosas mansiones se intercalan con los puestos callejeros en las maltrechas calles donde las mujeres bahianas venden diferentes artículos, comida y bebidas locales.
Donde más se puede apreciar la arquitectura de la urbe es en las fachadas de los museos, iglesias y palacios, que nos trasladan a las épocas coloniales e imperialistas a pesar de que varios edificios del centro histórico fueron remodelados en los últimos años. En total se restauraron cerca de 800 fachadas e interiores, entre ellas manzanas completas de antiguas residencias y conventos.
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Pero no sólo por su arquitectura es atractiva la ciudad. Salvador posee además una interesante colección de museos que visitar por el día y una variopinta oferta nocturna en la que destacan el jolgorio, los bares de reggae y las demostraciones de capoeira. Y es que Salvador es también una de las cunas del arte marcial brasileño por excelencia.
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Salvador de Bahía dispone también de más de 50 kilómetros de playa. En ellas soteropolitanos y turistas se mezclan para tomar el sol, jugar al fútbol y practicar deportes acuáticos como el surf, la pesca submarina o el buceo.
Y por último, la gastronomía de la ciudad tampoco deja a nadie insatisfecho. Se basa principalmente en pescados, mariscos y en alimentos procedentes de África como el jengibre, la pimienta, la leche de coco o el aceite de dendê.